jueves, 4 de noviembre de 2010

Fueron ellos


Como enérgicamente explicaba el presidente de Estados Unidos en su último mitin de campaña en Cleveland para las elecciones legislativas de este dos de noviembre, la única estrategia política de los republicanos, y por extensión, del “Tea Party”, se basa en asumir que todos  tenemos amnesia.
Amnesia al pretender que, mediante la manipulación y la apelación al miedo, a la incultura y a la ignorancia al más puro estilo Bush, olvidemos que esta crisis la crearon ellos y sus ideales de ultra-desregulación financiera.
Que olvidemos que fueron ellos quienes pusieron el sistema al borde de la quiebra con su absurda adoración del laissez-faire radical y del ideario reaganiano, reduciendo el estado a la más mínima expresión, eliminando cualquier tipo de regulación, supervisión y control sobre los mercados financieros e incitando a los bancos a que hicieran lo que hicieron, es decir, guiarse única y exclusivamente por la codicia.
Como todo el mundo debería saber, la codicia rompe el saco. Con ello nos arrastraron a todos y obligaron a los que vinieron después, Obama y los demócratas, a solucionar la terrible papeleta de evitar nada más y nada menos que el derrumbamiento del capitalismo a base de tirar de endeudamiento público. El estado, una vez más, al rescate del mercado. 
Es curioso como las voces que hoy claman y reclaman contra el tamaño excesivo de la deuda pública no dijeron ni mú al aprobarse los tremendamente gigantescos paquetes de ayuda a los bancos de Wall Street. O, remontándonos unos pocos años antes, como no dijeron ni mu cuando su gran querido Bush, que heredó superávit de Clinton, dejaba hechas trizas las arcas públicas con las aventuras de Afganistán e Irak.
Mucho más curioso resulta aún que, precisamente lo que nos metió en todo este fatal embrollo, a saber, la minimización absoluta del estado, sea la solución que los republicanos, y en esencia, el “Tea Party”, presenten al tendido. ¿Se creen que somos tontos? No, creen que tenemos amnesia.

P. D. La viñeta superior nos ilustra de una manera cómica, pero sutil, lo equivocado de la idea de que el estado no sirve para nada.

H. F. C.

miércoles, 6 de octubre de 2010

El caballo y las migajas



En el vídeo arriba expuesto observamos al nuevo presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, Austan Goolsbee, explicar las diferencias entre la política fiscal pretendida por el presidente Obama y la política fiscal emprendida por la administración Bush, cuyos recortes de impuestos a las rentas altas aprobados en los años 2001 y 2003 vencen a finales del año en curso.
El motivo de tal explicación responde al debate generado en torno a la intención del presidente Obama y de los demócratas en el Congreso, de no prorrogar dichos recortes a las rentas altas, y de aplicar por contra, una distribución de los recortes de impuestos en mayor beneficio de las clases medias, mayoría en la sociedad estadounidense (al igual que en cualquier sociedad occidental), y elemento fundamental para la salida de la crisis económica por parte de Estados Unidos.

La pregunta, por tanto, es, ¿porqué los republicanos aprobaron gigantescos recortes de impuestos exclusivamente en favor de los ricos? La respuesta la encontramos nada más y nada menos que en el siglo XIX, concretamente en el “Utilitarismo” de John Stuart Mill.
Dicha teoría se fundamenta en la afirmación según la cual, el fin último debe ser la felicidad máxima para el máximo número de personas, estableciendo cualquier camino como medio para dicho fin.

Los republicanos, en una asimilación torticera de la teoría de Mill, mal entienden que dicha felicidad máxima para un número máximo de personas se puede alcanzar como consecuencia de los actos emprendedores de las rentas altas causados por una bajada considerable en su presión fiscal.
Resumiendo en una frase el código de conducta fiscal republicano, “Cuanto más alimentes a un caballo, más migajas habrán para los pájaros”, queda claro por tanto, quiénes son el caballo, y quiénes somos los pájaros.

P.D.: GOP (escrito en la pizarra de Goolsbee) responde a las siglas en inglés de “Great Old Party”, sobrenombre por el que es comúnmente conocido el Partido Republicano en Estados Unidos. 

H. F. C. 

martes, 14 de septiembre de 2010

Libertad de elegir?



Cuando el señor Aznar pronunció estas desafortunadas palabras, tras recibir la medalla de honor de la Academia del Vino de Castilla y León en 2007, muy poca gente sabía, y muy poca gente sabe ahora, que dichos argumentos escondían y esconden una profunda fidelidad a los postulados económicos del célebre economista norteamericano y Premio Nobel de Economía en 1976, Milton Friedman.

Dichos postulados parten del cuestionamiento de la función del estado como árbitro imparcial en la protección del consumidor respecto a los productos que puede comprar en el mercado. Establecen que la intervención gubernamental, es decir, el estado, no tiene ningún derecho a obligar por ley, por ejemplo, que los coches lleven de serie en su fabricación air-bag, forzando al consumidor a incurrir en un coste mayor que si no lo llevaran.
Lo que proponen es que, con toda la información en la mano acerca de las posibles consecuencias de la compra de un coche sin air-bag, sea el consumidor quien elija libremente si quiere gastarse o no ese plus de dinero en un coche con dicha prestación de seguridad, preservando siempre la libertad de elegir del consumidor.
Por tanto, y según Friedman, son las fuerzas del mercado con total libertad de movimientos y no el estado, quien puede establecer con mayor eficiencia si un producto debe sobrevivir o no.

Toda esta argumentación tenía y tiene una objeción, llegada a reconocer por el propio Milton Friedman y que el máximo sentido común nos hace entender, y es que la intervención gubernamental sí está justificada en aquellos casos donde la seguridad de terceras personas se ve afectada. Es decir, si alguien quiere gastarse menos dinero en un coche sin air-bag, debe ser libre para poder hacerlo, allá él y sus decisiones. Pero por ejemplo si en el mercado existen dos tipos de coches, unos con frenos más seguros, y por tanto con un precio final mayor, y otros con frenos menos seguros, y por tanto con un precio final menor, la libertad de elegir por parte del consumidor en este caso no está justificada y sí la intervención gubernamental obligando a todos los coches a fabricarse con los frenos más seguros y forzando a los compradores a gastar ese dinero de más, ya que la seguridad de terceras personas en este caso sí está en cuestión.

Por tanto, volviendo al señor Aznar y su intervención, su aplicación de las teorías de Friedman en el caso del consumo de vino y la conducción es totalmente errónea, mal adaptada para el caso y totalmente contradictoria, puesto que la elección del consumidor de injerir alcohol y conducir no puede ser libre, ya que afecta de manera total a la seguridad de terceras personas.

Para acólitos como éste mejor no tener ninguno, debió de pensar el señor Friedman allá donde esté.   

H. F. C.