sábado, 24 de octubre de 2009

Tributo a una esperanza llamada Obama

En la apertura de su discurso de la victoria electoral en el Grant Park de Chicago, Barack Obama pronunció unas concisas palabras dirigidas en particular y en exclusiva a la gente cínica. Gente la cual nunca quiso creer en la posibilidad de ocurrencia de lo que realmente pasó en las históricas elecciones norteamericanas de noviembre de 2008.
En dichas palabras Barack Obama se preguntaba si, después de esa mágica noche, todavía había alguien que dudara que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible. Si todavía había alguien que dudara de que un hombre progresista, liberal, ecologista, anti-belicista, tolerante, con gran sensibilidad respecto a las injusticias existentes en el mundo, y lo más importante y sorprendente de todo, un hombre de raza negra, pudiese llegar a la presidencia de la principal potencia mundial.
Parafraseando a Obama, se podría decir que, como sus antepasados fundadores de la nación americana, como sus antepasados esclavos y abolicionistas que lucharon por la libertad, como sus antepasados inmigrantes provenientes de tierras lejanas, como sus antepasados pioneros que se abrieron camino hacia el oeste venciendo el implacable desierto, como sus antepasados trabajadores que lucharon por organizarse, como sus antepasadas mujeres que lucharon por poseer el derecho al voto, como sus antepasados jóvenes que lucharon por librar al mundo del fascismo, la tiranía y la opresión, en definitiva, como todos ellos, el 4 de noviembre de 2008 los norteamericanos dijeron SÍ, PODEMOS, respondieron al cinismo e iniciaron un nuevo gran capítulo en la historia de Estados Unidos y quizás en la historia del mundo entero.

Recientemente, con la consecución por parte de Barack Obama del premio Nobel de la Paz, parece ser que el cinismo representado en forma de personas ha resurgido.
Por todas partes se han alzado voces preguntándose el porqué de este hecho, voces afirmando y cuestionándose qué ha hecho Obama para merecer semejante premio.
Para la gente que no aprecia el poder de las palabras, el poder de la motivación, el poder de la inspiración, el poder de la expansión del optimismo entre millones de personas de todo el mundo en tiempos de crisis mundial como la actual, para la gente que no estima estos dones inherentes en el carácter y en los actos del señor Barack Obama, le diré tres hechos tangibles que en mi humilde opinión hacen a Obama justo poseedor del Nobel de la Paz.
En primer lugar, la gente olvida con facilidad que durante 8 largos y desagradables años se luchó sin descanso y sin resultado contra la existencia del infausto e inhumano penal de Guantánamo, teniendo que tragar con la falta de sensibilidad, la prepotencia y la arrogancia características puras del gobierno Bush.
Tan sólo una semana después de su investidura Barack Obama firmó la ley que permitirá cerrar definitivamente dicho atentado contra los derechos humanos y contra la moral más básica existente.
En segundo lugar, el restablecimiento de las buenas intenciones, del multilateralismo, de la tolerancia, del respeto, y en general, del pacifismo como bandera en las relaciones internacionales. Destacando por un lado la novedosa mano tendida al mundo musulmán, y por el otro, la retirada del escudo de misiles el cual suponía una intimidación en toda regla hacia Rusia.
En tercer y último lugar, la presentación de la ley de reforma del sistema de seguridad social norteamericano, hablando claro, la reforma del sistema sanitario estadounidense, el cual como todo el mundo sabe, es un sistema, tanto en esencia como en existencia, privado, y como tal, en la actualidad, deja fuera de su cobertura a más de 50 millones de norteamericanos. Sistema dominado durante décadas por las compañías aseguradoras privadas que manejan el mismo a su antojo rigiéndolo todo en base a sus más puros intereses económicos, dejando de lado su supuesto y debido fin, la atención de las personas. Sistema auspiciado y respaldado por decenas de presidentes en la historia norteamericana hasta la llegada del señor Barack Obama.

Por tanto, con tan sólo una semana de mandato Obama realizó un acto que tanto se esperó durante 8 angustiosos años y nunca llegó.
Con tan sólo unos meses cambió radicalmente toda una atropelladora, irrespetuosa, intolerante, arrogante, neofascista y maquiavélica forma de entender las relaciones internacionales marca de la anterior administración Bush, instaurando una aureola de optimismo y pacifismo en toda la faz terrenal.
Y con tan sólo unos meses también, Obama ha conseguido hacer lo que nadie tuvo el valor de hacer durante los casi, 250 años de historia de la nación norteamericana, es decir, plantar cara al status quo establecido y acabar de una vez por todas con la lacra en la que se ha convertido dicho sistema sanitario estadounidense.

Si la madrugada entre el 4 y el 5 de noviembre de 2008 fue la respuesta al cinismo que nunca creyó que una persona como Barack Obama pudiera convertirse en presidente de Estados Unidos, dentro de cuatro años los nuevos cínicos de hoy, que no creen que Obama sea justo merecedor del prestigioso galardón, obtendrán su contundente respuesta. Tiempo al tiempo.

H. F. C. (Escribiendo desde Alemania)

jueves, 2 de abril de 2009

Socialización Vs Caos

Señoras y señores, asistimos a la caída de un nuevo muro, al colapso de un sistema y al agotamiento de una creencia errónea infundada en las formas económicas de actuación de los últimos 30 años. Dicha creencia no es otra que la liberalización absoluta de la economía.
La actual crisis ha evidenciado de una manera incontestable que gestionando un canal económico sobre la base exclusiva de las fuerzas del mercado, éste corre el riesgo de quedar sometido a los designios e intereses personales de los agentes que operan en el mismo. Lo cual, y sabiendo que estos intereses pueden llegar a ser ilegítimos y no acordes con una equidad económica moral y justa, puede contribuir al vicio del canal y a su más que probable derrumbamiento, donde en la actualidad, debido a la globalización económica, dicho derrumbamiento puede llegar a infectar a todo canal económico existente en el sistema.
Éste proceso nos aporta la respuesta al porqué de la crisis que sufrimos.
La total inexistencia de regulación y control en el sector inmobiliario y en el sector financiero global, junto con los intereses individuales revelados como injustos, codiciosos y totalmente amorales de los agentes que operaban en dichos sectores, avalan de manera sublime la máxima según la cual no hay mano invisible que haga converger el interés general con el egoísmo individual, como muy sabiamente afirmó John Maynard Keynes.

En estas circunstancias, la brutalidad de los hechos exige acciones, acciones con una única dirección, la ejecución de cambios y reformas en nuestro sistema de mercado hoy maltrecho, haciendo hincapié en los dos orígenes de la crisis, el sector financiero y el sector inmobiliario.
Las necesarias reformas del sector financiero dependerán de las decisiones tomadas por el G-20 en su reunión de Londres.
Centrándonos en este caso en el sector inmobiliario, concretamente en el ámbito español, la total desregulación de la que ha sido objeto a lo largo de estos últimos años, ha provocado como consecuencia directa y máxima, la especulación.
No hace mucho, con la bonanza económica como telón de fondo, a las preguntas de porqué el precio de la vivienda no dejaba de aumentar, desde los sectores implicados y por tanto, interesados, se argüía como respuesta la clásica ley de la oferta y la demanda y a su punto de equilibrio marshaliano. Éste razonamiento en términos simples correcto, en términos analíticos resultaba más que deficiente.
Cegados por el milagro económico español, se obviaba por completo la composición real de dicha demanda inmobiliaria. El hecho de que en España se construyeran más viviendas que en Alemania, Francia, Inglaterra e Italia juntas, no dio por aludido a nadie. Teniendo en cuenta que España no superaba ni supera en población a ninguno de los nombrados países, es evidente que algo olía mal.
Las necesidades de acceso a una vivienda por parte de un gran porcentaje de la población, en especial los jóvenes, eran acuciantes, pero por paradójico que parezca, dichas necesidades de acceso a una vivienda tenían una incidencia mínima en la composición total de la demanda inmobiliaria por el simple hecho de que las condiciones para dicho acceso eran mucho más que duras, endeudarse a no menos de cuarenta años, a unas tasas de interés por las nubes. Y e aquí la prueba de que, a pesar del amplio número de necesitados de una vivienda, la gran mayoría de éstos no osara ni demandarla.
Por tanto, la abultada demanda existente no era en su totalidad, ni en su mayor parte resultado de una necesidad de acceso a la vivienda por parte de los individuos en general, sino resultado en mayor medida de una especulación donde las ansias de riqueza de muchos no hacían más que engrosar, con cada operación, el precio de todo tipo de vivienda, alimentándose así una burbuja que hoy nos ha estallado a todos.

Llegados a éste punto, con todas las causas descubiertas pero no resueltas, cabría empezar a plantearse de una manera formal la socialización de las decisiones de inversión en el sector inmobiliario. Como Keynes argumentaba, una socialización extendida a todos los ámbitos económicos era la herramienta más eficaz para contrarrestar la arbitraria y desigual distribución de la riqueza y los ingresos inherente al sistema de economía de mercado primigenio.
Lo que se plantearía por tanto, sería un sector inmobiliario, de una manera parcial o total, temporal o permanente, de responsabilidad estatal que respondiera a una demanda estrictamente real de necesidad de acceso a una vivienda, construyéndose disciplinadamente lo necesario, evitándose así innecesarios excesos de oferta que, en épocas de crisis como la actual, a parte de dejar viviendas sin vender, provocan ajustes bruscos en el mercado laboral de dicho sector.
Por tanto, plantear la conversión del sector inmobiliario como un pilar más del sistema de bienestar español en equivalencia a los ya existentes, sanidad, educación, pensiones y el más reciente, dependencia.

En líneas generales, lo que se pretende es abogar por un funcionamiento mixto del sistema de economía de mercado, porque la grave crisis que vivimos nos sirve como prueba irrefutable de que no son otros, sino las mismas fuerzas del mercado sin control alguno las que distorsionan la economía en todos sus aspectos.
Como muy bien afirma el economista Jeffrey Sachs en su libro “El fin de la pobreza” y como la evidencia empírica no deja de corroborar, la competitividad y la lucha no son sino una cara de la vida económica. La confianza, la cooperación y la acción colectiva para garantizar bienes de utilidad pública constituyen su otra cara.

En el caso español, en términos de largo plazo, dicha socialización del sector inmobiliario contribuiría, junto con otras reformas necesarias claro está, a reorientar la estructura económica del país hacia sectores mucho más productivos y eficientes, fomentando que el sector privado opte por otros mercados, cambiando de manera sustancial la composición de nuestro PIB y por ende garantizando una mayor solvencia de la economía española ante posibles futuras crisis económicas.
Y e aquí la respuesta a la cuestión de porqué, ante la crisis económica, España acusa una mayor tasa de paro que el resto de países de su entorno.
En efecto, los últimos diez años de la economía española han sido los de mayor prosperidad en toda su historia, llegándose a alcanzar una tasa de empleo inaudita de casi el 70% de la población en edad laboral. El problema es que dicho milagro económico ha estado fundamentado en el sector inmobiliario. Un sector que no puede servir como base para la economía de un país, debido a su poca cualificación y debido a su alta necesidad de apalancamiento, es decir de alto endeudamiento, lo cual implica una alta volatilidad. Volatilidad ésta, que queda patente en un contexto de crisis financiera, en el cual, la parálisis de crédito colapsa de manera total a todo el sector con las consecuencias negativas que ello conlleva (freno de la construcción, cierre de empresas, paro, etc.). Si esto conforma la base de la economía de un país, tienes como resultado la tasa de desempleo más alta de todo su entorno, como es el caso actual de España.

¿A quién pedimos responsabilidades? Por un lado, al gobierno anterior y al partido que lo sustentaba, por especializar erróneamente a España en un sector tan poco cualificado como es el inmobiliario y tan previsiblemente insostenible como ha resultado ser, y, tras cuatro años en la oposición y hasta no empezada la crisis, no haber solicitado en ningún momento al gobierno, las reformas estructurales tan acuciantemente necesarias para el país.
Por otro lado al gobierno actual, por desarrollar una política continuista con sus antecesores, y no haber tenido el ímpetu suficiente para llevar a cabo las reformas estructurales necesarias.
Y finalmente a ambos conjuntamente, por no haber preservado a los españoles de los desmanes económicos actuales que se llevan por delante sus ahorros, su empleo y su prosperidad.

Una vez hecho esto, manos a la obra con el cambio.

H. F. C.