martes, 14 de septiembre de 2010

Libertad de elegir?



Cuando el señor Aznar pronunció estas desafortunadas palabras, tras recibir la medalla de honor de la Academia del Vino de Castilla y León en 2007, muy poca gente sabía, y muy poca gente sabe ahora, que dichos argumentos escondían y esconden una profunda fidelidad a los postulados económicos del célebre economista norteamericano y Premio Nobel de Economía en 1976, Milton Friedman.

Dichos postulados parten del cuestionamiento de la función del estado como árbitro imparcial en la protección del consumidor respecto a los productos que puede comprar en el mercado. Establecen que la intervención gubernamental, es decir, el estado, no tiene ningún derecho a obligar por ley, por ejemplo, que los coches lleven de serie en su fabricación air-bag, forzando al consumidor a incurrir en un coste mayor que si no lo llevaran.
Lo que proponen es que, con toda la información en la mano acerca de las posibles consecuencias de la compra de un coche sin air-bag, sea el consumidor quien elija libremente si quiere gastarse o no ese plus de dinero en un coche con dicha prestación de seguridad, preservando siempre la libertad de elegir del consumidor.
Por tanto, y según Friedman, son las fuerzas del mercado con total libertad de movimientos y no el estado, quien puede establecer con mayor eficiencia si un producto debe sobrevivir o no.

Toda esta argumentación tenía y tiene una objeción, llegada a reconocer por el propio Milton Friedman y que el máximo sentido común nos hace entender, y es que la intervención gubernamental sí está justificada en aquellos casos donde la seguridad de terceras personas se ve afectada. Es decir, si alguien quiere gastarse menos dinero en un coche sin air-bag, debe ser libre para poder hacerlo, allá él y sus decisiones. Pero por ejemplo si en el mercado existen dos tipos de coches, unos con frenos más seguros, y por tanto con un precio final mayor, y otros con frenos menos seguros, y por tanto con un precio final menor, la libertad de elegir por parte del consumidor en este caso no está justificada y sí la intervención gubernamental obligando a todos los coches a fabricarse con los frenos más seguros y forzando a los compradores a gastar ese dinero de más, ya que la seguridad de terceras personas en este caso sí está en cuestión.

Por tanto, volviendo al señor Aznar y su intervención, su aplicación de las teorías de Friedman en el caso del consumo de vino y la conducción es totalmente errónea, mal adaptada para el caso y totalmente contradictoria, puesto que la elección del consumidor de injerir alcohol y conducir no puede ser libre, ya que afecta de manera total a la seguridad de terceras personas.

Para acólitos como éste mejor no tener ninguno, debió de pensar el señor Friedman allá donde esté.   

H. F. C.